UN MOMENTO CON DIOS
Nuestra esperanza
“Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo.” (Romanos 15. 13)
En muchas ocasiones cuando nos
vemos abrumados por las pruebas y las adversidades comenzamos a racionalizar y
a buscar cuál será la falta que hemos cometido e incluso, con una pequeña ayuda
de nuestro adversario, terminamos pensando que Dios se ha olvidado de nosotros
y que Él ya no nos quiere. Ante esta situación algunos reaccionan molestándose
con Dios y cuestionando sus tratos para con nosotros y terminan tristes y
amargados. Estas personas son pesimistas de profesión. Siempre le ven el lado
negativo a todo lo que ocurre a su alrededor. No saben lo que significa la
esperanza.
Otros pueden percibir la
situación con “visión de helicóptero” y se dan cuenta de los diferentes
factores que están originando el que les toque atravesar momentáneamente por un
período de dificultades. Estos entienden que por muy oscura y tenebrosa que
luzca una situación Dios siempre tiene todo bajo Su control. La esperanza de
quienes actúan así es vigorosa y efectiva; su ánimo nunca decaerá.
¿En cuál grupo de personas nos
encontramos nosotros? ¿Vivimos constantemente apesadumbrado o vemos cada
adversidad como una oportunidad para depender aún más de Dios? ¿Vemos el vaso
medio vacío o medio lleno? La decisión es nuestra.
¿Podemos creer en las promesas
de Dios? o ¿preferimos echarnos al suelo a lamentarnos por lo desdichada que es
nuestra vida? La queja y la murmuración son lo opuesto de la alabanza. Esa
actitud no puede agradarle a Dios.
Miremos el futuro con
esperanza y gocémonos en las promesas que Dios nos ha dado. Su protección no
tiene igual y sólo bajo Su sombra es que podemos progresar y ganar las batallas
del espíritu.
Muchos pueden haber sido los
días que al amanecer nos parecen pesados, y nuestro cuerpo y alma parecen no
tener fuerza para enfrentar las demandas diarias. Cuántos han sido los
amaneceres que parecen atardeceres, porque las circunstancias del día anterior
han empañado los cristales de nuestra vida. Hoy, sin embargo, podemos meditar,
sentir y pensar que, aunque parezcan los días así, podemos tener la bendición
de tener a Dios como nuestro ayudador y nuestra esperanza.
Cuando casi no podemos
caminar, Dios llega a nosotros con Su fuerza y poder y nos levanta.
Bienaventurado aquel cuya esperanza está en el Dios todopoderoso. En un mundo
en el cual se pierde la esperanza en relación a la salud, las finanzas, el
trabajo, las relaciones, la familia y el futuro, se levanta la más grande
esperanza que necesitamos como seres finitos y débiles…y la esperanza es Dios.
Quien hizo los cielos y la tierra no solo nos ofrece hoy ser nuestro ayudador,
pero también nos ofrece la esperanza.
Dios les bendiga
abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario