domingo, 4 de abril de 2021

Cada día... La Pascua es el tiempo de la Iglesia.

 


CADA DÍA CON DIOS

LA PASCUA ES EL TIEMPO DE LA IGLESIA

 

La Pascua es el tiempo de la Iglesia. “Ahora les toca a ustedes”, parece decirnos el Señor Resucitado.

Sí, la Pascua es la vocación de la Iglesia. Es su destino y su heredad.  Somos ciudadanos del cielo, de un cielo y de una Pascua que solo se pueden ganar en la tierra. La cruz de Cristo nos redime.

Somos herederos de la Pascua, de una Pascua a la que  solo se llega desde la cruz. La Pascua es el Calvario y la cruz es la gloria. La muerte es la resurrección. El fracaso es la victoria. El dolor es el gozo. La angustia es la satisfacción.

Es preciso saber morir, no solo la muerte corporal y terrena, sino también tantas pequeñas muertes cotidianas al hombre viejo para poder resucitar. Muriendo, sí se resucita a la vida eterna.

¡Verdaderamente ha resucitado el Señor! ¡Aleluya! 

La verdad de la resurrección de Jesucristo no es una fábula, una parábola, una moraleja o un símbolo. Es una verdad histórica, indestructible e invencible.

¡Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya!

La resurrección de Jesucristo es la clave de nuestra fe. Es también cierta y verdadera su resurrección como lo fue su vida, su pasión, su cruz y su muerte. Y al igual siempre que su cruz siempre nos llama a la emoción, a la admiración y al agradecimiento, lo mismo su resurrección, tan auténtica una como la otra. ¡Verdaderamente, sí, ha resucitado el Señor. Aleluya!

 No hay separación entre el Cristo Crucificado y el Cristo Resucitado. Para ello es preciso hallar el equilibrio entre la cruz y la gloria.

El gozo es la característica de los textos bíblicos que hablan de la resurrección después de la cruz. El gozo es el grito, el clamor de los testigos del sepulcro vacío y del Señor Resucitado. Se trata de una alegría exultante y a la vez serena, de una alegría contagiosa y expansiva, de una alegría confiada y esperanza.

¡Claro que hay en la vida y en nuestra vida motivos para el pesar y la tristeza! Los hay, sí, pero, ante todo y sobre todo, ha de haberlos para la esperanza y el gozo. Cristo ha resucitado. Tiene sentido la vida. Tiene sentido nuestra fe.

El progreso de la ciencia y de la técnica, los altos niveles de bienestar que disfrutamos en estos tiempos, nos prometen continuamente el paraíso en la tierra y nos dejamos engañar pensando que estamos a un tris de hallar aquí, en esta tierra, la felicidad y la plenitud. Vivimos en el error del primer paraíso terrenal cuando la serpiente engañó al primer hombre y a primera mujer en la manzana del árbol de la vida, del árbol del bien y del mal. No hay más árbol de la vida que el árbol de cruz. El, en Jesucristo crucificado, es el Bien, el único bien vivo y verdadero. Y la tentación y los tentadores son el mal. No nos confundamos y no nos dejemos confundir.

Para ser testigos antes hay que ser discípulos. El discípulo es el que está a la escucha y en la compañía del Maestro. Es aquel que experimenta y conoce su sabiduría, su grandeza y su amor. Solo así el discípulo hallará al Cristo total, no a un Cristo a mi gusto o medida y solo así el discípulo se convertirá en testigo.

Nadie da lo que no tiene. De ahí la importancia de ser antes discípulos.

Solo transformados nosotros mismos podremos ser levadura nueva de transformación para nuestra humanidad. Cristo Resucitado nos llama a ser sus testigos.

El Señor les dio una comisión. Los envió a convertir a todo el mundo en discípulos suyos. La orden de Jesús era ganar a todos los hombres para El..."

Y les prometió una presencia. Debe haber sido asombroso para once hombres de Galilea que los enviaran a conquistar el mundo. Incluso mientras lo escuchaban sus corazones deben de haber dudado. Pero apenas se dio la orden se pronunció la promesa. Se los envió, como a nosotros, a cumplir con la tarea más grande del mundo, pero los acompañaba la presencia más grande del mundo.

El Señor dijo: "Yo estoy con vosotros..."; y Él lo hace si cumplimos su misión, a través de su Espíritu Santo.

 Dios les bendiga abundantemente.

 

 

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