CADA
DÍA CON DIOS
Alabanza
Continua
Cuando escuchamos el término alabanza por lo general siempre lo espiritualizamos y consideramos que solo tiene que ver con Dios.
Alabanza
simplemente significa elogiar o hablar bien de alguien.
En
la antigüedad Dios exigía que se haga holocaustos y sacrificios de manera
continua esto alegraba el corazón de Dios.
Estos
holocaustos se los hacía con animales. Números 29. 6 “además del holocausto del
mes y su ofrenda, y el holocausto continuo y su ofrenda, y sus libaciones
conforme a su ley, como ofrenda encendida a Jehová en olor grato”
Hoy
en día Dios ya no nos pide sacrificios de animales, pero nos pide a
nosotros mismos. Romanos 12. 1 “Así que, hermanos, os ruego por las
misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.”
También
nos pide sacrificios de alabanza. Hebreos 13. 15 “Así que, ofrezcamos siempre a
Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que
confiesan su nombre” Jesucristo merece que de manera constante le
estemos alabando.
Jesucristo
quiere que de nuestra boca no solo salgan palabras de reclamos, a esto se le
llama quejabanza, él quiere también escuchar de nuestra boca
palabras de amor, palabras bonitas.
Dios
quiere que lo amemos con todo nuestro corazón. Mateo 22. 39 “Y el segundo es
semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” La alabanza no debe ser
fingida, debe salir de nuestro corazón.
La alabanza
continua no solo es en el plan espiritual, también debemos alabar o hablar bien
con las personas que están a nuestro alrededor, los que hacen parte de nuestra
familia y los demás.
Como
Alabar de manera Constante.
1. Haciendo
de nuestra buena forma de hablar una costumbre. Efesios 5. 19 “hablando entre
vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al
Señor en vuestros corazones” Nuestra buena forma de hablar hace que tengamos
buena relación con Dios y con los demás.
Nosotros
somos seres de costumbre, nos podemos acostumbrar a tratar mal a
los demás o nos podemos acostumbrar a tratar bien.
El
tratar bien o tratar mal a los demás es nuestra decisión. De la forma como
tratamos a los demás ellos nos tratan a nosotros. Mateo 7. 12 “Así que, todas
las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced
vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”
2. Debemos
esforzarnos para que nuestras palabras sean agradables para los demás.
Colosenses 4. 6 “Que vuestra conversación sea siempre con gracia,
sazonada como con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada
persona.”
Antes
de hablar deberíamos pensar muy bien que reacción queremos causar en los demás,
recordemos toda acción genera una reacción.
A
esto espiritualmente se le llama la ley de la siembra y la cosecha,
secularmente se conoce como la ley de la compensación. Gálatas 6. 7
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará.”
3. Amándonos
a nosotros mismos. Mateo 22. 39 “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo.” Quien no se ama a sí mismo no puede amar a los demás,
nadie da de lo que no tiene.
La
única forma de amarnos y amar a los demás es no permitiendo que a nuestro
corazón entre la amargura. Hebreos 12. 15 “Mirad bien de que nadie deje de
alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause
dificultades y por ella muchos sean contaminados;”
Una
persona amargada no disfruta del mismo ni de los demás, siempre vive en
constante insatisfacción.
4. Aprendiendo
a ver las cosas buenas de los demás, todos los seres humanos tenemos una parte
agradable y otra desagradable, depende de nosotros que queremos ver.
El
ser amorosos enriquece y fortalece toda relación. Cantares 1. 15 - 16 “He aquí
que tú eres hermosa, amiga mía; He aquí eres bella; tus ojos son como palomas.
He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce; Nuestro lecho es de
flores.”
La
única forma de llegar a tener relaciones agradables y duraderas es si
aprendemos a tratarnos con alabanzas y salmos de manera
permanente, debe ser una forma de vida continua.
Dios
les bendiga abundantemente.
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