CADA DÍA CON
DIOS
EL AMOR
VENCIÓ A LA MUERTE
En la muerte de Jesús vemos el amor de DIOS, y el acceso a la presencia de DIOS qué había estado cerrado a toda la humanidad está ahora abierto.
La
vida y la muerte de Jesús nos muestran cómo es DIOS, y quitan para siempre el
velo que se ocultaba a la humanidad.
Se
abrieron las tumbas. La verdad que esto nos revela es que Jesús conquistó la
muerte. Al morir y resucitar, Él destruyó el poder de la tumba. A causa de Su
vida, Su muerte y Su Resurrección, la tumba ha perdido su poder, el sepulcro ha
perdido su terror, la muerte ha perdido su tragedia.
Porque
estamos seguros de que, como Él vive, nosotros también viviremos.
Jesús
anunció el poder de
Todos
los discípulos le abandonaron y huyeron, pero las, mujeres se mantuvieron. Se
ha dicho que, al contrario que los hombres, las mujeres no tenían nada que
temer, porque su posición pública era tan poco importante que nadie se fijaría
en las discípulas. Pero es más que eso. Estaban allí porque amaban a Jesús; y
para ellas, como para tantos otros, el perfecto amor desecha el temor.
Más
adelante aquel mismo día vino un hombre rico de Arimatea que se llamaba José,
que era un discípulo de Jesús. Se dirigió a Pilato, y le pidió el cuerpo de
Jesús. Pilato ordenó que se le diera; así es que José tomó el cuerpo, y lo
envolvió en lino limpio, y lo puso en una tumba nueva que había abierto en la
roca. Y rodó una piedra muy grande para cerrar la entrada de la tumba, y se
marchó. Y María de Magdalena estaba allí, y la otra María, sentadas enfrente de
la tumba.
Según
la ley judía, ni siquiera el cuerpo de un criminal debía dejarse expuesto toda
la noche, sino que tenía que, enterrarse el mismo día. «Su cuerpo no
permanecerá toda la noche sobre el madero, sino que lo enterraréis el mismo
día" (Deuteronomio 21.22)
Esto
era doblemente obligatorio cuando, como en el caso de Jesús, el día siguiente
era sábado. Según la ley romana, los parientes de un criminal podían solicitar
su cuerpo para enterrarlo; y si no lo solicitaba nadie se dejaba a merced de
los perros y de los animales carroñeros.
Ninguno
de los parientes de Jesús estaba en posición de reclamar Su cuerpo, porque eran
todos galileos, y ninguno tenía una tumba en Jerusalén. Así que José de
Arimatea intervino. Se dirigió a Pilato y solicitó que le permitiera hacerse
cargo del cuerpo de Jesús. Se le concedió, y lo puso en una tumba en la roca en
la que no se había enterrado a nadie.
No
cabe duda de que al final José desplegó el mayor valor. Se manifestó como
simpatizante de un criminal crucificado; enfrentó el resentimiento posible de
Pilato; y también el previsible odio de los judíos.
Los
principales sacerdotes y los fariseos se dirigieron a Pilato al día siguiente,
que era el día después de
Estos
judíos acudieron a Pilato diciéndole que Jesús había dicho que resucitaría a
los tres días. No reconocían haber tenido en cuenta la posibilidad de que
pudiera ser cierto; pero creían que los discípulos podían ingeniárselas para
robar el cuerpo, y decir que había resucitado.
Ellos,
por tanto, querían tomar medidas para vigilar la tumba. La respuesta de Pilato
fue complaciente: «Aseguraos todo lo que podáis.» Es como si Pilato, desde
luego inconscientemente, dijera: «Mantened a Cristo en la tumba -si podéis.»
Ellos tomaron todas las medidas que pudieron. La entrada de estas tumbas en la
roca se cerraba con una gran piedra redonda, como de molino, que se rodaba por
un surco.
Ellos
la sellaron, y colocaron allí una guardia especial.
No
se habían dado cuenta de que no había tumba en el mundo que pudiera retener al
Cristo Resucitado.
Todos
los planes humanos no podrían atar al Señor Resucitado. El intentar ponerle
ligaduras a Jesucristo es una tarea desesperada que el enemigo quiso hacer
desde ese momento.
Pero
¡Aleluya! No lo logró ni lo logrará jamás.
Dios les
bendiga abundantemente.
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