sábado, 23 de enero de 2021

Cada día... Sanando nuestro corazón.

 


CADA DÍA CON DIOS

Sanando nuestro Corazón.

 

Nosotros los seres humanos tenemos una facilidad increíble para herir a los demás y tenemos una facilidad aun mayor para herirnos con facilidad.

Tan solo basta que veamos un mal gesto o que escuchemos algo que no nos gustó para sentirnos heridos, lastimados.

A José sus hermanos no le habían hecho una mala cara o no dijeron algo que le ofendió, lo intentaron matar y después decidieron mejor venderlo, no sabemos que era peor para el en ese momento que lo mataran o que lo vendieran.

Ahora la vida le daba a José la oportunidad de encontrarse con sus hermanos, los que lo trataron de matar y después lo vendieron, y fue inevitable no hablarles de manera áspera. Génesis 42. 7 “Y José, cuando vio a sus hermanos, los conoció; mas hizo como que no los conocía, y les habló ásperamente, y les dijo: ¿De dónde habéis venido? Ellos respondieron: De la tierra de Canaán, para comprar alimentos.”

Aunque tal vez no quería, pero José se acordó de todo lo que ellos le hacían, luchamos para ya no acordarnos de lo que nos hicieron, pero la verdad es que terminamos acordándonos. Génesis 42. 9 “Entonces se acordó José de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo: Espías sois; por ver lo descubierto del país habéis venido.”

Por culpa de sus hermanos él estuvo en una cisterna, estuvo como esclavo y también fue a parar a una cárcel; como no hacerles vivir lo mismo, aunque sea por unos días.

Génesis 42. 17-18 “Entonces los puso juntos en la cárcel por tres días. Y al tercer día les dijo José: Haced esto, y vivid: Yo temo a Dios.”

Era necesario según José que ellos también sientan la agonía que el sintió.

Génesis 42.19-20 “Si sois hombres honrados, quede preso en la casa de vuestra cárcel uno de vuestros hermanos, y vosotros id y llevad el alimento para el hambre de vuestra casa. Pero traeréis a vuestro hermano menor, y serán verificadas vuestras palabras, y no moriréis. Y ellos lo hicieron así.”

José buscaba cualquier oportunidad para hacerles sentir a sus hermanos parte de lo que el sintió cuando ellos lo despreciaron hasta buscar su muerte.

Génesis 44. 1 - 2 “Mandó José al mayordomo de su casa, diciendo: Llena de alimento los costales de estos varones, cuanto puedan llevar, y pon el dinero de cada uno en la boca de su costal. Y pondrás mi copa, la copa de plata, en la boca del costal del menor, con el dinero de su trigo. Y él hizo como dijo José.”

Pero no es bueno mantener nuestro enojo con los que nos ofenden es necesario dejar que Cristo sane nuestro corazón. Salmo 147. 3 “El sana a los quebrantados de corazón, Y venda sus heridas.”

Las personas que están esclavas del mundo siempre nos van a herir, pero si nosotros no perdonamos estamos tan esclavos como ellos.

Mateo 6. 14- 15 “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.”

Si ahora somos de Cristo tenemos que aprender a perdonar tal como él lo hizo con nosotros.

Colosenses 3. 13 “soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”

No podemos decir que amamos a Jesucristo y tener un corazón endurecido con los demás.

1 Juan 4. 20-21 “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.”

Lo peor que puede hacer una persona cuando está pasando por un intenso dolor es obligarse a no llorar y esconder sus sentimientos.

La mejor forma de sanar nuestro corazón es entendiendo que todo lo que nos pasa a nosotros es porque Dios tiene un propósito en nuestra vida.

Génesis 45. 8 “Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto.” Así lo entendió José.

Si no hubiera sido por esa situación difícil que tuvimos que pasar posiblemente no nos hubiéramos obligado hacer lo que hicimos y lo más probable es que no tuviéramos lo que hoy tenemos.

Solo Jesucristo puede sanar nuestro corazón, él nos da un nuevo corazón libre de heridas y dolores.

Ezequiel 36. 26 “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.”

Recordemos que todos nos podemos equivocar, todos podemos dañar el corazón de los demás. Dejemos que Jesucristo tome nuestro dolor Él nos podrá enseñar a perdonar y en ese momento del perdón nuestro corazón será sano.

Dios les bendiga abundantemente.

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