CADA
DÍA CON DIOS
Sanando
nuestro Corazón.
Nosotros los seres humanos tenemos una facilidad increíble para herir a los demás y tenemos una facilidad aun mayor para herirnos con facilidad.
Tan
solo basta que veamos un mal gesto o que escuchemos algo que no nos gustó para
sentirnos heridos, lastimados.
A
José sus hermanos no le habían hecho una mala cara o no dijeron algo que le
ofendió, lo intentaron matar y después decidieron mejor venderlo, no sabemos
que era peor para el en ese momento que lo mataran o que lo vendieran.
Ahora
la vida le daba a José la oportunidad de encontrarse con sus hermanos, los que
lo trataron de matar y después lo vendieron, y fue inevitable no hablarles de
manera áspera. Génesis 42. 7 “Y José, cuando vio a sus hermanos, los conoció;
mas hizo como que no los conocía, y les habló ásperamente, y les dijo: ¿De
dónde habéis venido? Ellos respondieron: De la tierra de Canaán, para comprar
alimentos.”
Aunque
tal vez no quería, pero José se acordó de todo lo que ellos le hacían, luchamos
para ya no acordarnos de lo que nos hicieron, pero la verdad es que terminamos
acordándonos. Génesis 42. 9 “Entonces se acordó José de los sueños que había
tenido acerca de ellos, y les dijo: Espías sois; por ver lo descubierto del
país habéis venido.”
Por
culpa de sus hermanos él estuvo en una cisterna, estuvo como esclavo y también
fue a parar a una cárcel; como no hacerles vivir lo mismo, aunque sea por unos
días.
Génesis
42. 17-18 “Entonces los puso juntos en la cárcel por tres días. Y al
tercer día les dijo José: Haced esto, y vivid: Yo temo a Dios.”
Era
necesario según José que ellos también sientan la agonía que el sintió.
Génesis
42.19-20 “Si sois hombres honrados, quede preso en la casa de vuestra cárcel
uno de vuestros hermanos, y vosotros id y llevad el alimento para el hambre de
vuestra casa. Pero traeréis a vuestro hermano menor, y serán verificadas
vuestras palabras, y no moriréis. Y ellos lo hicieron así.”
José
buscaba cualquier oportunidad para hacerles sentir a sus hermanos parte de lo
que el sintió cuando ellos lo despreciaron hasta buscar su muerte.
Génesis
44. 1 - 2 “Mandó José al mayordomo de su casa, diciendo: Llena de alimento los
costales de estos varones, cuanto puedan llevar, y pon el dinero de cada uno en
la boca de su costal. Y pondrás mi copa, la copa de plata, en la boca del
costal del menor, con el dinero de su trigo. Y él hizo como dijo José.”
Pero
no es bueno mantener nuestro enojo con los que nos ofenden es necesario dejar
que Cristo sane nuestro corazón. Salmo 147. 3 “El sana a los quebrantados de
corazón, Y venda sus heridas.”
Las
personas que están esclavas del mundo siempre nos van a herir, pero si nosotros
no perdonamos estamos tan esclavos como ellos.
Mateo
6. 14- 15 “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también
a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus
ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.”
Si
ahora somos de Cristo tenemos que aprender a perdonar tal como él lo hizo con
nosotros.
Colosenses
3. 13 “soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere
queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo
vosotros”
No
podemos decir que amamos a Jesucristo y tener un corazón endurecido con los
demás.
1
Juan 4. 20-21 “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es
mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a
Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama
a Dios, ame también a su hermano.”
Lo
peor que puede hacer una persona cuando está pasando por un intenso dolor es
obligarse a no llorar y esconder sus sentimientos.
La
mejor forma de sanar nuestro corazón es entendiendo que todo lo que nos pasa a
nosotros es porque Dios tiene un propósito en nuestra vida.
Génesis
45. 8 “Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto
por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la
tierra de Egipto.” Así lo entendió José.
Si
no hubiera sido por esa situación difícil que tuvimos que pasar posiblemente no
nos hubiéramos obligado hacer lo que hicimos y lo más probable es que no
tuviéramos lo que hoy tenemos.
Solo
Jesucristo puede sanar nuestro corazón, él nos da un nuevo corazón libre de
heridas y dolores.
Ezequiel
36. 26 “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y
quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.”
Recordemos
que todos nos podemos equivocar, todos podemos dañar el corazón de los demás.
Dejemos que Jesucristo tome nuestro dolor Él nos podrá enseñar a perdonar y en
ese momento del perdón nuestro corazón será sano.
Dios les bendiga abundantemente.
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