UN MOMENTO CON DIOS
Una fe inquebrantable
“Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría”. (Daniel 2. 20)
Daniel tenía una fe
inquebrantable. Su confianza en el Señor lo sostuvo cuando fue sacado de su
patria, hecho cautivo y enviado a un país extranjero.
Conocer a Dios y confiar en Él
son los dos elementos clave de la fe profunda. Daniel, que era miembro de la
nobleza israelita, conoció al Señor desde temprana edad. Mientras estuvo
cautivo, sus palabras y sus acciones demostraban que conocía las Sagradas
Escrituras y que quería obedecer a Dios. Cuando le sirvieron una comida que
había sido sacrificada a los ídolos, se arriesgó mucho al pedir que le dieran
otro alimento. Dios hizo que se ganara la buena voluntad del oficial (Daniel 1.
5 - 9)
Pero Daniel no sólo conocía
Las Escrituras, sino que también confiaba, en que Dios haría lo que había
prometido. Cada vez que Daniel tomaba una postura piadosa, estaba demostrando
su confianza a Dios. Y también sus amigos, Sadrac, Mesac y Abed-nego, tenían
una fe firme. No sabían con certeza si el Señor los libraría del horno de
fuego, pero confiaron en que Él haría lo correcto (Daniel 3. 16 - 18)
Entre las barreras para tener
una fe inquebrantable están el orgullo (“no reconoceré que necesitamos la
ayuda de Dios”), la arrogancia (“sé cómo hacerlo; no tengo que preguntarle
a Dios”) y la autosuficiencia (“puedo hacerlo sin su ayuda”). ¿Cuáles
de estas barreras nos están impidiendo ser una persona de fe inquebrantable?
Confesémoslas sinceramente, y volvámonos al Señor.
Dios les bendiga
abundantemente.
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