UN MOMENTO CON DIOS
Bajo Sus Alas
“Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día” (Salmos 91:4 - 5)
La protección maternal del ave
a sus polluelos es la analogía que el salmos 91 nos brinda en este versículo
para ilustrar el resguardo que El Señor nos ofrece en cada momento, en cada
circunstancia apremiante. Esa protección tal cual aquella de una madre a sus
hijos, es tierna para guiar, pero feroz para hacer frente a cualquier amenaza
que estos puedan sufrir, Y es también sabia para corregir y disciplinar cuando
esos hijos han perdido el rumbo.
La seguridad que en el regazo
de Dios encontramos se complementa en la segunda parte del versículo con la
noción de fuerza y resistencia ante los embates del enemigo que nos encuentra
en batalla; El Señor es nuestro castillo nuestra roca, al final nuestro escudo
protector. La declaración de esta última parte es clara: Mi fe es fuerte porque
sé que mi Dios es fiel y su fidelidad es mi escudo y mi verdad.
La noche antes de la batalla
es preludio del más atrapante miedo. El temor de perder la vida. Esa
experiencia aterradora de los guerreros de la época es aquella que nos embarga
cuando pensamos que solo nos tenemos a nosotros mismos para superar las pruebas
de la vida. Es allí donde el versículo interviene, nos instruye el salmista: No
le temas al temor. Y es ello lo que Dios espera de nosotros no que pensemos:
“si pudiera creer lo suficiente, quizás estaría protegido” sino que en su lugar
declaremos: pase lo que pase Ya me encuentro protegido porque he recibido la
promesa del Señor.
Del mismo modo tendremos que
proceder con las saetas que sobrevuelan de día. Esas flechas encendidas en
fuego que eran dirigidas por efectivos tiradores, son las mismas que el enemigo
dirige a nuestro punto más débil en lo espiritual, en lo mental, en lo
material, creamos por fe, como nos indica el versículo que el Señor nos hará
libres de esa calamidad.
Dios les bendiga
abundantemente.

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