UN MOMENTO CON DIOS
Dios nos conoce
“¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos”. (Salmos 19. 12)
Aquel que sondea y conoce como
nadie más, lo más íntimo de nosotros y de nuestro corazón, sabe exactamente
quiénes somos y en quiénes nos hemos convertido a través de las dificultades
que hemos sufrido. Es Él quien nos confronta con nuestros errores y nos convence
para que cambiemos. Después de todo, ¿quién puede discernir sus propios
errores? No es que sea imposible, pero será, sin dudas, alcanzable, cuando El
Señor, en Su gracia nos permita equivocarnos para que seamos conscientes de
nuestra debilidad, sobre nosotros mismos y sobre los demás.
Y en medio de esta realidad es
bueno saber que Dios no se dará por vencido con nosotros. Que estará dispuesto
a perdonar, liberar y transformar a cualquiera que se vuelva a Él con un
corazón quebrantado y contrito. Desgraciadamente, hasta que no somos
completamente liberados por Jesús, seguimos en la vida en una secuencia de
errores, a menudo porque no somos conscientes de ellos. Ponemos “paños
calientes” sobre las heridas de nuestro corazón y neutralizamos el dolor. Y lo
peor de todo: heridos, herimos a los demás. Y, en consecuencia, salimos más
heridos que antes.
Pero, ¿qué podemos hacer
cuando somos incapaces de comprender nuestros propios errores? En Dios
encontramos la respuesta. Él es el único capaz de discernir los pensamientos y
las emociones. Sólo Él puede librarnos de nosotros mismos y absolvernos de
aquellos errores de los que no somos conscientes.
Es necesario volverse a Dios y
entregarle a Él, todo cuánto está guardado en nuestro corazón. Sólo mediante la
entrega total a Él es posible experimentar una restauración completa. Cuando
sometemos nuestro corazón a la intervención de Dios, Él nos purifica y luego
nos rehace como nueva creación. El deseo de nuestro corazón es que el Señor nos
revele nuestros propios errores, nos libere, nos restaure, nos rehaga y nos
prepare para vivir los sueños que ha preparado para cada uno de nosotros.
Dios les bendiga
abundantemente.
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