“Pues que a su amado dará Dios el sueño”. Salmos 127. 2.
Nuestra
vida no debe ser una vida de preocupaciones e inquietudes, sino vida de fe
gozosa y tranquila. Nuestro Padre celestial proveerá las necesidades de sus
propios hijos, y sabe lo que necesitamos antes de que lo pidamos.
Por
lo tanto, podemos retirarnos a nuestro lecho a su debido tiempo, sin necesidad
de velar para trazar planes y proyectos para el futuro.
Si
sabemos confiar en nuestro Dios, no estaremos desvelados durante la noche con
el corazón atormentado por el temor, sino que echaremos nuestra solicitud en
manos del Señor, sólo pensaremos en su gracia y tendremos un sueño dulce y
reparador.
Nuestra
mayor gloria consiste en ser amados del Señor, y quien la posee no debe ambicionar
otra cosa; por tanto, debe desaparecer todo deseo egoísta.
¿Qué
hay más grande en el cielo que el amor de Dios?
Descansa,
pues, alma mía, porque en Él tienes todas las cosas. Sin embargo, vivimos
agitados hasta que el Señor nos da, no sólo razones para que descansemos, sino
el descanso mismo. Jesús lo hace así.
Él
es nuestra paz, nuestro descanso, nuestro todo. En su seno dormiremos
tranquilos en vida y en muerte.
Hoy
es un día más para descargar nuestras preocupaciones y dejarlas en el Altar.
Señor,
Gracias porque eres nuestra paz y esa paz se experimenta más cuando estoy
rodeado de angustias. Ayúdame a descansar solo en ti. Amén.
Charles
Spurgeon.
Libro De Cheques Del Banco De La Fe.
Dios les bendiga abundantemente.
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