TIEMPO
DE REFLEXIÓN
Cuando
habla el Señor en su propio nombre, y no por la voz de un profeta, su palabra
tiene una singular importancia para las almas creyentes. Aquí se nos dice que
el Señor mismo es quien guarda la viña; no la confía a nadie, sino que Él es
quien la cuida personalmente. ¿No están bien guardados aquellos a quienes el
mismo Dios guarda? Él nos regará, no sólo cada día y en cada hora, sino «cada
momento».
¡Con
qué rapidez deberíamos crecer! ¡Cuán fresca y fructífera debería ser cada
planta! ¡Qué racimos tan abundantes deberían producir las viñas! Si vienen los
enemigos, las zorras pequeñas y el puerco montés, el Señor nos guardará, nos
defenderá «de noche y de día». ¿Quién, pues, nos dañará? ¿Por qué temer? Él
cuida, riega y guarda. ¿Qué más necesitamos?
Dos
veces nos dice el Señor en este versículo que Él guardará. ¡Cuánta verdad,
cuánto poder, cuánto amor y qué gran decisión hallamos en Jehová! ¿Quién puede
resistir su voluntad?
Si
Él dice «la guardo», ¿quién podrá ponerlo en duda?
Cuando
Dios dice «la guardo», podemos hacer frente a todas las huestes del pecado, de
la muerte y del infierno.
Hoy
camino con mucha seguridad de que esta promesa se hace real en mi vida hoy.
¡Oh,
Señor, puesto que Tú dices «la guardaré», yo respondo: «Te alabaré!» Amén.
Charles
Spurgeon.
Libro de Cheques Del Banco De La Fe.
Dios
les bendiga abundantemente.
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