UN MOMENTO CON DIOS
Proclamemos el mensaje de vida
“De pronto, se unió a ese
ángel una inmensa multitud—los ejércitos celestiales—que alababan a Dios y
decían: «Gloria a Dios en el cielo más alto
y paz en la tierra para aquellos en quienes Dios se complace». Cuando los ángeles regresaron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «¡Vayamos a Belén! Veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos anunció». (Lucas 2. 13 – 15)
En Lucas 2. 8 - 20 encontramos
la primera proclamación de que el Mesías había venido a la tierra.
Curiosamente, las personas que fueron bendecidas al escucharlo no fueron reyes,
sacerdotes o profetas, sino pastores. Dios envió este anuncio de nacimiento tan
maravilloso a la gente común, hombres que no tenían riqueza, poder o posición
social para ser tomados en cuenta. De hecho, según los estándares judíos, los
pastores eran considerados parias. Fueron despreciados por el trabajo que
hacían con las ovejas, lo que las hacía ceremonialmente impuras. Estas personas
olvidadas pueden haberse preguntado si sus vidas realmente contaban para algo.
Afortunadamente, la respuesta rotonda de Dios fue “¡Sí!”
El Señor no eligió a grandes
oradores ni monarcas para proclamar las Buenas Nuevas de Jesucristo esa noche.
Él eligió a los pastores. ¿Por qué? Porque eran personas como nosotros. Y
cuando escucharon las alegres nuevas, no se preocuparon por lo que la gente
pensaría de ellas o cómo se verían. Simplemente sabían que le daría esperanza a
Su pueblo, al escuchar que el Mesías finalmente había llegado. Entonces, donde
quisiera que estuvieran con sus rebaños, contarían la historia de cómo el
Salvador había nacido en Belén.
No nos perdamos este mensaje:
No importa quiénes somos. Lo que Dios más quiere de nosotros es que contamos
Sus Buenas Nuevas y alabemos Su nombre. Esos pastores no restaron valor al
evangelio debido a su humilde condición; más bien, se convirtió en parte del
hermoso mensaje de que el Salvador había venido a alcanzarnos a todos, sin
importar cuán humildes o solitarios fuéramos.
Proclamemos hoy esa buena
nueva, y declaremos que, con alegría, que es El Señor Quien nos da nuestra
esperanza, nuestra identidad y nuestro valor.
Dios les bendiga
abundantemente.
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