UN MOMENTO CON DIOS
El abuso de poder
“El hombre malo lisonjea a su prójimo, Y le hace andar por camino no bueno”. (Proverbios 16. 29)
A veces puede haber personas
que nos intimidan. Tal vez actúen mediante la coacción o parezcan ejercer un
poder que podría doblegarnos. Así que, para caerles bien, podemos sentir la
tentación de hacer lo que nos dicen, aunque lo que nos piden no esté bien. Pero
comprendamos que lo que les mueve no es nuestro bienestar, sino una necesidad
impía de control que no se aplacará. Y, en última instancia, seguirlos nos
llevará por un camino destructivo (Proverbios 14. 12)
Esto era ciertamente válido
para el rey Nabucodonosor de Babilonia, que tenía el mayor ejército del planeta
y se dirigía la superpotencia incontestable de la época. Nabucodonosor promulgó
un decreto por el que todos debían inclinarse ante la inmensa estatua de oro
que había erigido o serían ejecutados (Daniel 3). Tres hebreos de la multitud,
Sadrac, Mesac y Abednego, comprendieron que sólo se debía adorar a Dios. Así
pues, podía obedecer al Señor y ser condenados al horno de fuego, o rendir
homenaje a Nabucodonosor y deshonrar a Dios.
Por supuesto, aquellos hombres
fieles honraron al Señor. Sí, fueron arrojados al fuego por ello, pero Dios los
libró milagrosamente de él. Y gracias a su valor, Nabucodonosor reconoció al
Dios de Israel.
Aunque es cierto que siempre
debemos honrar a la autoridad (Romanos 13. 1), nunca debemos desvivirnos por
ganarnos el favor de la gente a costa de nuestra relación con Dios, sobre todo
cuando nos piden que hagamos cosas contrarias a Su Palabra. Sí, mantenernos
firme contra ellos puede causarnos problemas, pero obedezcamos al Padre y no
temamos. Los bravucones van y vienen, pero el Señor es eterno y siempre nos
guiará por el camino correcto.
Dios les bendiga
abundantemente.
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