UN
MOMENTO CON DIOS
Andar
en pureza
“acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia y nuestro cuerpo lavado con agua pura” (Hebreos 10. 22)
¿Cómo
vivir una vida de pureza y santidad en medio de un mundo tan convulsionado? La
Biblia nos responde: « ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu
palabra». (Salmo 119. 9)
Es
de particular importancia que el joven descubra el secreto de la pureza, ya
que, se encuentra en una etapa de la vida donde las tentaciones poseen un gran
poder seductor y aún no ha adquirido la madurez ni la sabiduría para discernir
cuál es el resultado de muchas de las propuestas impuras que el mundo ofrece.
La respuesta que es breve, sencilla y bien al punto. Lo que hace falta es
guardar la Palabra.
Todos buscamos la felicidad y la Biblia la promete a los puros de corazón:
«Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios». (Mateo 5.
8)
La enseñanza del Señor Jesucristo apuntó al corazón del hombre, porque este es
la fuente de toda maldad, de allí proceden todos los pensamientos, las palabras
y las acciones pecaminosas. Él insistió una y otra vez que, mientras el corazón
no fuera limpio, la vida tampoco lo sería.
El hombre pide de nuestras manos la pureza externa, pero Dios pide nuestra
pureza interna «Pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero
Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16. 7)
El
Señor Jesucristo es nuestro ejemplo perfecto de la pureza. Fue tentado en
todo como nosotros, “pero sin pecado” (Hebreos 4.15).
Nosotros
no podemos alcanzar la pureza perfecta por medio de nuestro propio
esfuerzo. Pablo señaló la debilidad de los esfuerzos humanos cuando dijo:
“Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia,
no se han sujetado a la justicia de Dios” (Romanos 10.3).
Cualquiera
de nosotros que haya procurado alcanzar la pureza por medio de su propia fuerza
debe arrepentirse y pedirle a Dios que él le purifique mediante su poder. Jesús
“se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar
para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2.14). “La sangre de
Jesucristo (...) nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1.7).
Es
posible que el más débil de nosotros ande en sendas de verdadera pureza si se
rinde a Dios y deja que él haga el milagro de gracia en su corazón. Esto es la
pureza según Dios.
Las
promesas y las bendiciones del pacto de gracia pertenecen a quienes son limpios
de corazón.
Dios
les bendiga abundantemente.
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