jueves, 24 de octubre de 2024

Un momento... En Dios encontramos el mejor consuelo

 


UN MOMENTO CON DIOS

En Dios encontramos el mejor consuelo

 

“Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma; Sálvame por tu misericordia”. (Salmos 6. 4)

 

A principios del siglo XVII, William Shakespeare escribió: “Da palabras a la pena; la pena que no habla”. Miles de años antes de que Shakespeare escribiera estas palabras, el salmista comprendió este principio intemporal. El dolor requiere ser expresado con nuestras palabras más sinceras.

A veces, la experiencia humana espera de nosotros más de lo que nuestro corazón puede contener. Cualquiera que haya caminado por la profunda pesadez de un alma herida comprende que el dolor no siempre sigue una trayectoria o un plan. Puede golpear en momentos insospechados. El dolor no es lineal, pero debería ser vertical. Siempre debería llevarnos de vuelta a Aquel que sostiene nuestro dolor en la palma de una mano llena de cicatrices y de clavos. Y es que aún en nuestras penas más amargas, que derraman en nuestra alma dolores profundos, Jesús ya ha estado allí. El dolor puede tener ciclos o estaciones o etapas, pero lo único que alivia el peso de nuestra pena es llevarlo a Cristo, que ha “llevado nuestros dolores” hasta la cruz (Isaías 53. 4)

David no describe aquí un resfriado. Su dolor es desgarrador. Este dolor es tan profundo que solo puede leerse de él, una angustia abrumadora. David es lo bastante valiente para expresar lo que muchos de nosotros hemos experimentado. Cuando se lea el diagnóstico, cuando se cierre el ataúd, cuando se haga añicos el sueño, incluso en medio de la santa disciplina del propio Dios, ten la certeza de que el Señor quiere honestidad de tu parte, pues tenemos a un Padre que no teme nuestras lágrimas. Es el Dios que se mete en nuestro dolor con nosotros.

Dios es aún más bondadoso en medio de nuestras pruebas, es aún más amoroso No encontrarás que se reprenda al salmista por derramar su dolor ante el Señor. Aunque el objetivo es no dejar nunca que nuestras emociones nos guíen, debemos fijarnos en la honestidad de la relación de David con El Señor.

Preguntémonos sinceramente: ¿Refleja mi relación con el Señor este nivel de honestidad, incluso en medio de mi dolor? Si hay algún aspecto de nuestra pena que no hayamos puesto a los pies del Salvador, tomémonos el tiempo necesario para hacerlo hoy.

Apoyémonos en nuestro Padre amoroso. Su consuelo saldrá a nuestro encuentro en nuestro dolor.

Dios les bendiga abundantemente.

 

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