UN MOMENTO CON DIOS
En Dios encontramos el mejor
consuelo
“Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma; Sálvame por tu misericordia”. (Salmos 6. 4)
A principios del siglo XVII,
William Shakespeare escribió: “Da palabras a la pena; la pena que no habla”. Miles
de años antes de que Shakespeare escribiera estas palabras, el salmista
comprendió este principio intemporal. El dolor requiere ser expresado con
nuestras palabras más sinceras.
A veces, la experiencia humana
espera de nosotros más de lo que nuestro corazón puede contener. Cualquiera que
haya caminado por la profunda pesadez de un alma herida comprende que el dolor
no siempre sigue una trayectoria o un plan. Puede golpear en momentos
insospechados. El dolor no es lineal, pero debería ser vertical. Siempre
debería llevarnos de vuelta a Aquel que sostiene nuestro dolor en la palma de
una mano llena de cicatrices y de clavos. Y es que aún en nuestras penas más
amargas, que derraman en nuestra alma dolores profundos, Jesús ya ha estado
allí. El dolor puede tener ciclos o estaciones o etapas, pero lo único que
alivia el peso de nuestra pena es llevarlo a Cristo, que ha “llevado nuestros
dolores” hasta la cruz (Isaías 53. 4)
David no describe aquí un
resfriado. Su dolor es desgarrador. Este dolor es tan profundo que solo puede
leerse de él, una angustia abrumadora. David es lo bastante valiente para
expresar lo que muchos de nosotros hemos experimentado. Cuando se lea el
diagnóstico, cuando se cierre el ataúd, cuando se haga añicos el sueño, incluso
en medio de la santa disciplina del propio Dios, ten la certeza de que el Señor
quiere honestidad de tu parte, pues tenemos a un Padre que no teme nuestras
lágrimas. Es el Dios que se mete en nuestro dolor con nosotros.
Dios es aún más bondadoso en
medio de nuestras pruebas, es aún más amoroso No encontrarás que se reprenda al
salmista por derramar su dolor ante el Señor. Aunque el objetivo es no dejar
nunca que nuestras emociones nos guíen, debemos fijarnos en la honestidad de la
relación de David con El Señor.
Preguntémonos sinceramente:
¿Refleja mi relación con el Señor este nivel de honestidad, incluso en medio de
mi dolor? Si hay algún aspecto de nuestra pena que no hayamos puesto a los pies
del Salvador, tomémonos el tiempo necesario para hacerlo hoy.
Apoyémonos en nuestro Padre
amoroso. Su consuelo saldrá a nuestro encuentro en nuestro dolor.
Dios les bendiga
abundantemente.
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