UN
MOMENTO CON DIOS
No
nos gusta corrección
“El que desprecia a la disciplina sufre pobreza y deshonra; el que atiende a la corrección recibe grandes honores.” (Proverbios 13. 18)
A
nadie le gusta que le llamen la atención por algo que está haciendo mal o por
algún error cometido. Es el orgullo que no acepta que otros tengan la autoridad
moral sobre nosotros para decirnos lo que está bien y lo que está mal.
Ese
orgullo es el que a final de cuentas impide que podamos mejorar, pues siempre
estaremos pensando que todo lo que hacemos es lo apropiado y por lo tanto no
existe necesidad alguna de corrección.
Al
no poder mejorar nos estaremos hundiendo cada día más en nuestros vicios y
errores por lo que tarde o temprano nos llegará la pobreza y la deshonra.
Es
tan simple como que el que tenga la suficiente humildad para dejarse señalar
sus faltas para luego buscar la ayuda de Dios que le permita transformarse y
mejorar de acuerdo al poder de Dios que obra en él, podrá realmente progresar
en el sendero de la excelencia y también podrá servir más efectivamente al
Señor.
El
no reconocer nuestra posición delante de nuestro Padre nos coloca en una
peligrosa senda.
En
tiempos pasados cuando una persona actuaba diferente a lo que decía creer se le
llamaba hipócrita. Hoy en día, cuando alguien se comporta de esa manera, se
dice que es una persona de mente abierta.
Dios
es nuestro Padre y nuestra autoridad. Desatender Su corrección nos hace
necios e insolentes, dos cosas que nuestro Padre no tolera y que seguirá corrigiendo
en nuestras vidas utilizando diferentes métodos hasta alcanzar sus sabios
objetivos.
Reconozcamos
nuestra responsabilidad como adultos que somos y sometámonos bajo la poderosa
mano de Dios. La obediencia es la clave del éxito de la vida del hijo de Dios.
Andar por el sendero de la obediencia siempre nos llevará a un grato destino.
Recordemos
que en estas cosas no pueden haber medias tintas. Cualquier descuido que
mostremos en este aspecto nos irá llevando inexorablemente a caer en el
infortunio.
Estemos,
pues, atentos a la corrección y aceptemos con sencillez los llamados de
atención que estaremos recibiendo en razón de nuestra desobediencia, para que
no sólo mostremos la humildad que nos corresponde mostrar como hijos de Dios
que somos, sino que también podamos permitir que el Espíritu Santo nos moldee y
nos transforme y nos haga progresar en el sendero de la justicia y la santidad.
Dios
les bendiga abundantemente.
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