TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar”. Salmo 119. 49.
Cualquiera
que sea la necesidad que podamos tener hoy en la vida siempre podremos
encontrar una promesa en la Palabra de Dios, que fácilmente se puede adaptar
a esa necesidad.
Si
nos sentimos sin fuerza y cansados, encontramos una promesa como esta: “Él
da fuerza al cansado y aliento al que no lo tiene”. Isaías 40. 29.
Cuando
leemos una promesa como esa sentimos el respaldo no solamente de la promesa,
sino de aquel que dio la promesa.
Si
nos sentimos solos y abandonados, Dios nos dice: “No te dejaré, ni te
desampararé”. Hebreos 13. 5. Esta promesa nos hace recordar a aquel quién la
dijo. Y sabemos que Él no miente. Sabemos que Él jamás dice algo que
luego no cumple, Dios siempre cumple todo lo que promete.
Si
hoy tenemos hambre de Dios, deseamos buscarle con todo el corazón y
alimentarnos de su bondad, encontramos entonces está promesa: “Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán
saciados”.
Mateo
5. 6.
Con
estas promesas no solo encontramos fuerza y seguridad sino que nos hacen decir
como el salmista: “Acuérdate de la palabra que haz dado a tu siervo, en la
cual me has hecho esperar”.
Podemos
llegar con seguridad, confianza y con mucho respecto ante el trono de su gracia
y decirle, Señor tú lo has dicho, he creído en tu palabra y en ella he
esperado, y al expresarlo mi alma se llena de confianza y seguridad.
Podemos
esperar en las promesas de Dios y estar seguros que nunca quedaremos
defraudados.
Su
palabra permanece para Siempre y ella nos hace estar confiados.
Si
hoy nos sentimos desconsolados porque el pecado nos ha llevado por camino de
tristeza, su promesa llega para decirnos: “Yo deshice como a nube tus
rebeliones, como a niebla tus pecados, vuélvete a mí”.
Jesús
ha dicho claramente, el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasaran. Sus promesas son como una fortaleza en medio de las dificultades
y angustias diarias de la vida.
La
vida a veces nos sorprende, más en medio de esas sorpresas la Palabra de Dios
también nos sorprende con promesas que
se ajustan preciosamente a la sorpresa de la vida.
Con
Dios, las sorpresas de la vida no nos asustan, más las sorpresas de Dios nos
asombran.
Dios les bendiga abundantemente.
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