“Aconteció que aquella noche Jehová le dijo: Levántate, y desciende al campamento; porque yo lo he entregado en tus manos”. Jueces 7. 9.
Hay
un relato muy inspirador en el libro de Jueces capítulo 7, que habla de una
batalla entre el pueblo de Israel con los madianitas, los amalecitas y
los hijos del oriente. Hubo un momento muy demandante para los que enfrentaban
esta situación.
¡Qué
largo debió parecerle a Gedeón aquellos instantes mientras estaba parado firme
frente a un ejército innumerable como la arena del mar con un ejército de tan
sólo trescientos hombres armados sólo con cántaros y antorchas encendidas.
¡Trescientos
hombres escogidos por Dios frente a un ejército innumerable! Esta era “su
realidad”. Pero bendito es nuestro Dios y Padre que siempre se impone a
cualquier circunstancia en este mundo cuando confiamos en El.
En
este punto, Gedeón había obedecido cada paso a su Dios. En vez de aumentar su
ejército haciendo campaña para reclutar más hombres dijo:
“Quien
tema y se estremezca, madrugue y devuélvase”. Jueces 7.3.
Después,
Dios instruyó a Gedeón para separar a aquellos que tenían prácticas idolatras y
también fueron despachados, sólo quedaron con él trescientos hombres que no
habían doblado sus rodillas delante de algún ídolo.
Todo
lo que Dios estaba ordenando a Gedeón y él obedeciendo, parecía tan
descabellado que Dios tuvo que fortalecer su creencia.
¡Claro
que Gedeón tenía miedo! Y fue con su criado, él obedeció, su Dios le había
dicho que escucharía algo que lo fortalecería.
Muchas
veces en nuestras vidas, las circunstancias generalmente nos gritan: ¡tienes
todo para perder! Pero nuestro Dios nos dice: ¡MÍA ES LA VICTORIA!!
¡Nuestro
Dios es absolutamente maravilloso! ¡El TODOPODEROSO!!! Para Él no hay nada
imposible y tan sólo necesitamos confiar en Su poder y fidelidad a pesar de lo
que las circunstancias nos digan.
Tenemos
la opción de permanecer quietos y firmes ante las promesas de Dios, como Gedeón
permaneció ante aquel ejército innumerable, tenemos el gran gozo y privilegio
de dar el gran grito de victoria de Cristo en todas las batallas que
enfrentamos y que no son nuestras batallas, sino del Señor.
Dios
sólo requiere que permanezcamos confiando en Él, escuchando quietamente Su Voz,
mirándole sólo a Él y jamás a las circunstancias, para que Él manifieste
la victoria de Cristo en nuestras vidas
Dios les bendiga abundantemente.
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