“Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque lo que esto dice, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les ha preparado una ciudad”. Hebreos 11. 13 - 16.
No
debemos caminar con desconfianza, debilidad e inconsistencia. Con nuestros ojos
puestos en el Señor, debemos caminar con la frente en alto.
Si,
como los héroes de Hebreos 11, los cuales aunque no recibieron todo lo
prometido acá en la tierra recibieron más de lo prometido en el cielo.
Pero,
mientras caminaron en la tierra ellos lo hicieron con la frente en alto, porque
sabían que habían creído en el único y verdadero Dios. Su fe no fue un puente
entre ellos y lo que ellos esperaban que Dios hiciera, sino un puente entre ellos y Dios mismo.
El
libro de Hebreos 11. 13 - 16, dice que mientras caminaron en la tierra ellos
mantuvieron en su corazón seis cosas sólidas, firmes y profundas en relación a
lo prometido por Dios.
Primero:
Lo creyeron. Segundo: Lo Saludaron. Tercero: Lo confesaron. Cuarto: Lo
demostraron. Quinto lo Pensaron y Sexto: lo anhelaron. Que gran ejemplo para
nosotros hoy.
Si
queremos caminar hoy con la frente en alto, necesitamos mantener estas seis
cosas en lo profundo de nuestro ser en relación a las promesas de Dios para
nosotros.
Necesitamos
primero creerlo y esto es estar persuadido y convencido de lo que Dios ha
prometido. Luego, Saludar las promesas es como abrazarlas, como abrazaríamos un
ser querido y hacerlas parte de nosotros. Luego, Confesarlas con nuestra
boca. Confesar es decir lo mismo que Dios ha dicho. Después, demostrarlo
con nuestra vida. De nada nos sirve confesarlo si con nuestra manera de vivir
decimos otra cosa.
Debemos
vivir acorde con lo que confesamos con nuestros labios. Entonces estaremos
preparados para pensarlo. SÍ cuando lo creemos, lo abrazamos, lo confesamos y
lo demostramos con nuestra vida, entonces lo podremos pensar; lo que pensamos
termina formando nuestra vida. Y finalmente lo anhelaremos. El anhelo es el
deseo profundo de nuestra alma.
Cuando
los hombres y mujeres de Hebreos 11 mantuvieron estas seis cosas en su corazón,
entonces el versículo 16 dice que Dios no se avergüenza de llamarse Dios de
ellos. Debemos desear que Dios hoy no se avergüence de llamarse nuestro Dios.
Esos
hombres y mujeres de Hebreos 11, impactan nuestra vida, porque supieron caminar
con fidelidad y certeza. Ellos creyeron tus promesas, las saludaron, las
confesaron, las demostraron, las pensaron y las anhelaron. Esta es la mejor
lección para nosotros vida hoy.
Dios les bendiga abundantemente.
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