TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. (Santiago 1.5)
La
preparación es esencial para cualquier área de la vida, especialmente si vamos
a tener algún tipo de eficacia. El libro de Santiago nos recuerda la
importancia de prepararnos para escuchar a Dios, con 4 importantes enseñanzas:
Abrir
nuestros oídos: estar pronto para escuchar. Tener oídos abiertos significa que
recibiremos lo que Dios tiene que decir sin discutir, sin pelear y sin mostrar
una actitud orgullosa.
Cerrar
nuestros labios: ser lentos para hablar. Alguien ha dicho en broma: “Dios nos
ha dado una boca y dos oídos para que escuchemos dos veces más de lo que
hablamos” Realmente no podemos escuchar a Dios si estamos hablando
constantemente. A veces debemos prepararnos para escuchar a Dios en silencio.
Mantenernos
calmados: ser lentos para la ira. La ira es una emoción que constantemente
batalla contra la Palabra de Dios y finalmente evita que ésta cause el impacto
que debe causar en nuestra vida.
Limpiar
nuestras vidas: deshacernos de toda suciedad moral y del mal que prevalece
tanto y aceptar humildemente la Palabra. Así como una infección afecta nuestro
oído físico, el pecado bloquea nuestros oídos espirituales evitando que
escuchemos lo que Dios tiene que decir.
Nuestro
corazón es como un jardín precioso. Si se le deja solo, la tierra sólo
producirá mala hierba: materialismo, preocupación, odio, celos, envidia,
palabras duras, problemas. Por el contrario, si aquella tierra es labrada en La
Palabra de Dios, sólo producirá buenos frutos.
¿Estamos
preparados para escuchar lo que Dios tiene que decirnos?
Pidamos
al Señor un corazón presto para escuchar Su voz que cada día intenta alcanzarnos.
Que abra nuestros oídos y nuestro corazón de forma que podamos entender la
forma en que nos habla y descubrir los caminos por los que nos guías hacia el
bien.
Dios
les bendiga abundantemente.
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