TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Te
haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis
ojos”.
(Salmo
32.8).
Enoc
caminaba tan de cerca del Señor, que la Biblia dice: “Y desapareció, porque le
llevó Dios” (Génesis 5.24). Esto significa que Enoc no murió, sino que fue
llevado directamente a la presencia del Señor. ¡Qué testimonio tan maravilloso!
Al
tratar de seguir a Dios con la misma pasión de Enoc, aprendemos algunos pasos
que nos ayudarán a crecer en nuestro caminar con el Señor.
Reconciliarnos
con Él. Esta palabra significa, esencialmente: “Dios moviéndose hacia
nosotros”. El gozo de este paso es que ya no depende de nosotros; todo depende
de Él. Por medio de la cruz de Jesucristo, Dios ya tomó la iniciativa de
buscarnos (2 Corintios 5.18). Cuando ponemos la fe en el Salvador,
inmediatamente formamos parte de esa reconciliación.
Confiar
en Él. Nuestro Padre celestial quiere que sepamos que está interesado en
nuestro crecimiento espiritual. También quiere que confiemos en Él, pues en
Cristo, tenemos el medio por el cual podemos caminar íntimamente a su lado.
Coincidir
con Él. Para valorar la intimidad que Dios quiere tener con nosotros,
debemos estar de acuerdo con lo que enseña su Palabra en cuanto a su Hijo, la
iglesia y el pecado.
Tener
compañerismo con Él. Así como nuestras relaciones humanas se deshacen sin
el contacto regular, nuestra intimidad con el Padre se debilita cuando no
pasamos tiempo con Él.
Caminar
con Dios no es una misión imposible, pero sí requiere una cuidadosa atención a
los detalles de nuestra vida espiritual. Si nuestro rumbo es hacia Dios, Él
siempre estará allí para dirigir nuestros pasos (Proverbios 16.9).
Dios
les bendiga abundantemente.
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