TIEMPO
DE REFLEXIÓN
La
maduración espiritual que necesitamos.
“No
damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea
vituperado; antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en
mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en
cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en
ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en
palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a
siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como
engañadores, pero veraces.” (2
Corintios 6.3 - 8).
Seguir
a Jesús no es una tarea fácil, pero nadie dice que debía serlo. Servir a Dios,
es más complejo que servir al mundo y en ese caminar complejo, pero
reconfortante y maravilloso con el Señor, encontraremos retos que deberemos
enfrentar, como por ejemplo el cuestionamiento de nuestra fe por parte de
personas a nuestro alrededor.
Cuando
encontramos este tipo de retos, podemos sentir que nuestro camino es demasiado
arduo de transitar y podemos retroceder en nuestro obrar diario como siervos
fieles en Cristo. En ese momento debemos recordar una verdad
irrebatible: La promesa de Dios no es que no tendremos cargas en el camino;
su promesa es la de fortalecernos de forma tal que podamos llevarlas y
superarlas, por medio de la fe y esperanza, en Él y su palabra.
El
Señor no nos hará libres de cargas, pero en cambio nos dará los dones
necesarios para sostenerlas. Dios no nos eximirá de los conflictos, pero nos
hará capaces de superarlos. No nos liberará de todas las angustias pero
restaurará en nosotros la calma y sabiduría para retomar la alegría.
Cuando
ejercitamos los dones de la paciencia, compasión, amor genuino y verdadero a
nuestros hermanos, proceder sincero con los demás y actuación con la verdad,
damos a nuestro ser, la maduración espiritual que necesitamos para vivir una
vida de satisfacción plena y en gracia a Cristo.
Es
ese el verdadero camino de la vida en fe: vivir cada día con el corazón
confiado y regocijado en el Señor ante cualquier circunstancia.
Dios
les bendiga abundantemente.
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