UN MOM
ENTO CON DIOS
Dios quiere lo mejor para
nosotros
“Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguna le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande”. (Job 2. 13)
Cuando nacimos, nuestros
padres nos desearon, incluso sin palabras, un hermoso futuro. Sin duda
dibujaron ese futuro, imaginando nuestras victorias en la escuela o en el
deporte, e incluso las escenas de nuestra boda.
Después, nuestros amigos
llegaron a esperar ciertas cosas de nosotros, algunas razonables, otras no
tanto. Algunos dejaron claro que nos querrían si hacíamos lo que considerábamos
correcto. Así que acabamos esforzándonos por hacer todo lo posible para estar a
la altura de esas expectativas.
Cuando no lo conseguimos, nos
cansamos, nos frustramos y nos desanimamos.
Cuando aprendemos lo que Dios
espera de nosotros, podemos realizarnos. Lo que nos pide es por nuestro bien,
no por el suyo. No necesitamos hacer nada para ser aprobados, porque Él ya nos
ha aprobado de antemano.
El mundo quiere que
trabajemos, buscando riquezas o éxito a toda costa, hasta que nos agoten las
energías. Dios espera que trabajemos y descansemos.
El mundo quiere que ganemos
pase lo que pase. Dios espera que luchemos.
El mundo desea que seamos
perfectos, para satisfacer a todos. Dios espera que nos permita hacernos cada
día más parecidos a Jesús.
El mundo espera que, en medio
de su ruido y azar, seamos felices desde su realidad. Dios espera que seamos en
su presencia, sinceros, alegres en la alegría, tristes en la tristeza, pero
confiando siempre en Su amor.
Las expectativas de los demás
nos imponen cargas que no podemos ni necesitamos llevar.
Cuando fracasamos, el mundo de
hoy, critica y destruye, pero Dios nos toma de la mano y nos levanta para que
volvamos a empezar (Isaías 41. 13)
Por lo dicho anteriormente,
podemos concluir que El Señor, es nuestro lugar, nuestro refugio, nuestra
fuerza y nuestro amparo. En un mundo cada día más alejado de Él, nuestra
decisión debe ser la contraria, buscarle con más intención, en oración,
sumergirnos en Su Palabra, ser conscientes en cada paso que demos, que nuestro
deber primario es honrarle y glorificarle. Sólo de esa forma lograremos avanzar
en este mundo que ha tomado los rumbos que le alejan del Señor.
Dios les bendiga abundantemente.
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