UN MOMENTO CON DIOS
Amemos como Dios nos ama
“Hacer acepción de personas no es bueno; Hasta por un bocado de pan prevaricará el hombre”. (Proverbios 28. 21)
No importa lo duro que trabajemos,
lo cariñosos que intentemos ser o lo devotamente que caminemos con Dios. Sentimos
que seguimos sin encajar, seguimos sin ser aceptados. Ciertamente, es doloroso.
Continuamente tenemos la sensación de que nos falta algo importante: tal vez
mayor riqueza material, educación, posición social o alguna otra cualidad de la
que no podemos escapar. Sin embargo, es todo parte de un sentimiento engañoso,
de buscar hasta inconscientemente la aprobación de muchos quienes no merecen
ese esfuerzo de nuestra parte.
En medio de situaciones como
esas, que pueden ser muy difíciles de resolver, debemos aferrarnos a esta
maravillosa verdad: afortunadamente, Dios sí nos ve, nos ve a todos. Y nos ama
profunda e incondicionalmente. De hecho, el Padre dice que pertenecemos a Su
familia eternamente. No muestra favoritismo como la gente (Romanos 2. 11), pero
disfruta de una cercanía especial con los que le son especialmente fieles
(Jeremías 7. 23)
Entonces, ¿por qué ha
permitido que el Padre que tú, Su amado hijo, ¿se enfrente al rechazo de una
persona o grupo de personas que son tan importantes para nosotros? Puede que
sea porque Él quiere que dejemos de centrarnos en ellos y empecemos a ministrar
a los demás. Puesto que el Padre no es parcial, sino que desea que todas las
personas se salven (2 Pedro 3. 9), como creyentes debes tener el mismo deseo.
No repitamos los errores de
quienes nos hicieron daño. En lugar de eso, seamos un ejemplo con nuestra
bondad.
Dios les bendiga
abundantemente.
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