LECTURA
DIARIA:
Éxodo
capítulo 5
Moisés y
Aarón, van ante el faraón. Pero la oposición de este a los planes de ellos es
total y absoluta; «No dejaré salir a Israel». Más aún, puesto que la orden
viene del Señor, es a Él a quien el Faraón se opone explícitamente, llegando a
desafiarle: «¿Quién es el Señor, para que yo escuche su voz y deje salir a Israel?
No conozco al Señor».
La oposición
a Dios que aparecía implícitamente en al actitud de faraón en el capítulo 1,
aquí se hace totalmente explícita. El pueblo pretende salir para «servir» a su
Dios. Pero él se afirma en que es a él a quien el pueblo ha de servir mediante
trabajos cada vez más opresivos.
La expresión
«no conozco al Señor» se puede traducir por «no le reconozco», no le acepto, no
me someto a Él, no quiero obedecerle ni hacer caso de sus palabras. Más aún, a
las palabras de Moisés y Aarón: «Así dice el Señor, el Dios de Israel» se
contraponen frontalmente las de los escribas y capataces: «Así dice el Faraón».
A una orden se opone otra. Es un reto formal, una guerra declarada. El faraón,
en su actitud despótica, se ha colocado en el lugar que corresponde al Señor y
no está dispuesto a ceder. Se ha erigido en dueño y señor del pueblo hebreo,
tiranizándolos y esclavizándolos aún más.
La situación
de los israelitas ha empeorado notablemente, ante las protestas de los
israelitas, el faraón se afianza en su postura.
En
consecuencia, todo se vuelve contra Moisés y Aarón. El pueblo había dado fe a
su palabra como palabra del Señor. Ahora, en cambio, quedan desacreditados ante
el pueblo, pues les desacreditan los hechos.
Más aún, les
piden cuentas de su actuación, ya que su intervención ha causado un
empeoramiento de todo.
Pero Moisés
esta vez tiene certeza absoluta de que no ha ido por iniciativa propia. Sabe
que el responsable último de la situación es Dios mismo. Por eso a Él se queja:
«Señor ¿por qué maltratas a este pueblo? ¿Por qué me has enviado? Pues desde
que fui a faraón para hablarle en tu nombre está maltratando a este pueblo».
La queja de
Moisés es desinteresada: no protesta de que él haya fracasado, de que haya
quedado mal ante el pueblo, sino de que el pueblo es maltratado. Pero refleja
una fe todavía imperfecta. No percibe que Dios sí está «haciendo» pero según
otros planes, según otra lógica. Aún no ha entrado del todo en los planes de
Dios.
Cuando a lo
largo de todo el capítulo hemos visto que el faraón triunfaba y los hechos
parecían darle la razón, una nueva palabra de Dios infunde nuevas esperanzas a
Moisés, aún ante la dureza demostrada por faraón.
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