LECTURA
DIARIA:
2 de Crónicas
30
La invitación
de Ezequías tenía un propósito específico, llegar a Jerusalén, a la casa de
Dios, para celebrar la
Pascua. La Pascua les haría recordar precisamente la
liberación de Jehová de manos de faraón en Egipto.
Desde
Beerseba hasta Dan era una expresión para indicar todo el país, desde el sur
hasta el norte del reino unido.
La
celebración de la Pascua
era una de las tres fiestas anuales que reclamaban un peregrinaje a Jerusalén.
Todo varón tenía que hacerse presente en el templo. Según la ley mosaica, Dios
ejercería su compasión y misericordia para con los que se arrepintieron de
corazón. El rey les aseguró esta promesa.
Lamentablemente
su proclama encontró una respuesta fría entre la mayoría de las tribus del
norte.
La razón por
la cual los levitas estaban a cargo de sacrificar las “víctimas de la Pascua ” era la ausencia de
pureza espiritual en el pueblo.
Ezequías
estaba muy consciente del riesgo que corrían los que comían la víctima de la Pascua sin reunir las condiciones
espirituales; por lo tanto, se apresuró a elevar una oración intercesora.
Cuando Dios
respondió a la oración de Ezequías, el pueblo quedó sano.
Los
sacerdotes experimentaron un avivamiento espiritual y se consagraron más al
servicio de Dios.
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